Cedro

sábado, 21 de mayo de 2016

Fleming y Churchill

Un agricultor pobre de Inglaterra, trabajaba para mantener
a su familia; cuando escuchó una voz pidiendo socorro,
desde un pantano cercano.

Rápidamente cogió una de las herramientas de labranza, y
corrió hacia el pantano, donde encontró a un niño aterrorizado, cubierto hasta la cintura de lodo, gritando y luchando por salir de allí. El campesino con la herramienta, logró sacarlo de lo que hubiera sido una muerte lenta y segura.

Al día siguiente, un carruaje muy lujoso, llegó hasta la hacienda del agricultor, y del vehículo bajó un noble inglés, vestido muy elegante; que se presentó a sí mismo, y que era el
padre del niño que el campesino había salvado.

―Quiero recompensarlo, ―dijo el noble―. Usted salvó a
mi hijo.

―No puedo aceptar un pago, por lo que era mi obligación.
―Le respondió el agricultor, rechazando la recompensa.

En aquel preciso momento, el hijo del campesino fue junto
a su padre, y el noble inglés preguntó:

―¿Es su hijo?

―Sí, ―respondió lleno de orgullo el campesino.

―Le voy a proponer un trato, ―dijo el noble―. Permítame
llevarme a su hijo, para darle una buena educación. Así el
día de mañana llegará a ser alguien, del que usted estará muy
orgulloso.

El agricultor aceptó, y su hijo fue a las mejores escuelas;
para finalmente graduarse en la Facultad de Medicina de St.

Mary's Hospital en Londres; llegando a convertirse en un insigne personaje, que fue conocido por todo el mundo, el Dr:
Alexander Fleming, descubridor de la penicilina.

Algunos años más tarde, el noble inglés llamado: Randolph
Churchill, tuvo que recurrir a la penicilina, porque su
hijo cayó enfermo de pulmonía. Enfermedad de la que se curó, quien también sería de sobras conocido, como político y escritor: Winston Churchill.

Moraleja: Siempre recibimos a cambio lo mismo que ofrecemos. Siempre damos lo mismo que recibimos (Anónimo).

viernes, 13 de mayo de 2016

Cada uno da lo que tiene

Un gran sabio llegó a un pueblo, donde los habitantes no le dieron importancia; ya que sus enseñanzas, interesaron a muy pocos.

Transcurrido algún tiempo, incluso fue motivo de burlas por parte de algunas personas arrogantes; y que eran totalmente ignoradas por el sabio. Pero un día, mientras paseaba por la calle principal, la soberbia de aquellos individuos, fue a más, llegando a insultarlo. Y en esta ocasión el sabio, los alabó y les agradeció, como si se hubiera tratado de un bien recibido. Pero uno de ellos le gritó:

―¡Además de necio eres sordo! Te decimos improperios, y tú tan solo nos lo agradeces.

El sabio, sonriendo y con serenidad, respondió:

―Cada uno da de lo que tiene.

Moraleja: De la abundancia del corazón, habla la boca (San Lucas 6:45).

sábado, 7 de mayo de 2016

De la culpa y el perdón

Durante su peregrinación a La Meca, un hombre santo comenzó a sentir la presencia de Dios a su lado.

En mitad de un trance, se arrodilló, ocultó el rostro y rezó:

―Señor, quiero pedirte tan sólo una cosa en mi vida: dame la gracia de no ofenderte jamás.

―No puedo concederte esa gracia, ―respondió el Todopoderoso.

Sorprendido, el hombre quiso saber el motivo del rechazo.

―Si no me ofendes, no tendré motivos para perdonarte, ―escuchó decir al Señor―. Si no tengo por qué perdonarte, pronto olvidarás la importancia de la misericordia para con el prójimo. Por eso, continúa tu camino con Amor, y déjame
practicar el perdón de vez en cuando, para que así tú tampoco te olvides de esta virtud.

Moraleja: humano es errar, y divino, perdonar.