Un gran sabio llegó a un pueblo, donde los habitantes no le dieron importancia; ya que sus enseñanzas, interesaron a muy pocos.
Transcurrido algún tiempo, incluso fue motivo de burlas por parte de algunas personas arrogantes; y que eran totalmente ignoradas por el sabio. Pero un día, mientras paseaba por la calle principal, la soberbia de aquellos individuos, fue a más, llegando a insultarlo. Y en esta ocasión el sabio, los alabó y les agradeció, como si se hubiera tratado de un bien recibido. Pero uno de ellos le gritó:
―¡Además de necio eres sordo! Te decimos improperios, y tú tan solo nos lo agradeces.
El sabio, sonriendo y con serenidad, respondió:
―Cada uno da de lo que tiene.
Moraleja: De la abundancia del corazón, habla la boca (San Lucas 6:45).
Transcurrido algún tiempo, incluso fue motivo de burlas por parte de algunas personas arrogantes; y que eran totalmente ignoradas por el sabio. Pero un día, mientras paseaba por la calle principal, la soberbia de aquellos individuos, fue a más, llegando a insultarlo. Y en esta ocasión el sabio, los alabó y les agradeció, como si se hubiera tratado de un bien recibido. Pero uno de ellos le gritó:
―¡Además de necio eres sordo! Te decimos improperios, y tú tan solo nos lo agradeces.
El sabio, sonriendo y con serenidad, respondió:
―Cada uno da de lo que tiene.
Moraleja: De la abundancia del corazón, habla la boca (San Lucas 6:45).
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