Cedro

sábado, 7 de mayo de 2016

De la culpa y el perdón

Durante su peregrinación a La Meca, un hombre santo comenzó a sentir la presencia de Dios a su lado.

En mitad de un trance, se arrodilló, ocultó el rostro y rezó:

―Señor, quiero pedirte tan sólo una cosa en mi vida: dame la gracia de no ofenderte jamás.

―No puedo concederte esa gracia, ―respondió el Todopoderoso.

Sorprendido, el hombre quiso saber el motivo del rechazo.

―Si no me ofendes, no tendré motivos para perdonarte, ―escuchó decir al Señor―. Si no tengo por qué perdonarte, pronto olvidarás la importancia de la misericordia para con el prójimo. Por eso, continúa tu camino con Amor, y déjame
practicar el perdón de vez en cuando, para que así tú tampoco te olvides de esta virtud.

Moraleja: humano es errar, y divino, perdonar.

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